Para lograr su sueño, migrantes del continente americano intentan cruzar la selva del Darién que conecta Colombia y Panamá, arriesgando sus vidas y frecuentemente la de sus seres queridos.
La selva
del Darién cuenta con 100 km llenos de peligro.
Los animales
son el menor de los problemas, otras condiciones como el hambre, la montaña de
la muerte e intensas lluvias que ocultan los caminos, son pequeños ante las
estafas, robos, secuestros y violaciones cometidas por bandoleros.
Antes de
hablar de ello, vamos a la noche del 13 de mayo del 2022 en Necoclí, Colombia;
un autobús que salió desde Medellín me dejó en una Estación de Gasolina, un
señor con el que intercambié algunas palabras en el camino me preguntó por el
sitio donde iba a dormir, no lo tenía dispuesto aún, así que decidimos buscar
un hotel barato para no dormir en la calle.
En cada
esquina había una especie de fiesta, el pueblo disfrutaba del fin de semana,
compré unos cigarrillos y preguntamos por un lugar barato para descansar,
caminamos un poco hasta encontrar una habitación con dos camas de 40 mil pesos.
Al lado del
hotel estaba una tasca con vallenato, tomé dos cervezas, observaba e intentaba
escuchar a las personas hablar sobre los migrantes y el viaje por la selva del
Darién. Los presentes se sienten orgullosos del dinero que están ganando con la
migración masiva.
Busqué un
lugar para comer, encontré una buena oferta por un plato de pollo con yuca y
ensalada. Compartí mi comida con un perro que vino a estar a mi lado, el pollo
lo disfrutó, claro que la yuca la rechazó.
La dueña
del negocio riendo, me dijo que ese perro nunca recibirá un pedazo de algo que
no sea pollo o carne, "es exquisito".
Le pedí que me contara sobre el viaje y creo que nadie me habló tan
claro como ella.
"La
Selva es difícil porque los coyotes quieren que sea difícil, coyotes que hablan
conmigo, aseguran que hay caminos por la selva completa por los cuales puedes
pasar en dos o tres días, pero la idea es que el migrante dure el mayor tiempo
posible, mientras más tiempo más dinero gastan" me explicó.
Me indicó
dónde podía comprar el pasaje hasta Capurgana, que es el lugar donde se inicia
el viaje en la selva, luego de ello volví al hotel.
En el hotel
una señora llamada Mirian estaba celebrando su cumpleaños, un venezolano de
nombre Carlos la acompañaba, me invitaron unos tragos, Carlos me pidió que le
comprara una caja de cigarros a la cumpleañera, que luego él buscaba el dinero
en su habitación. Mirian se mostraba sensual, al tiempo que Carlos me decía
"esta está lista", yo pensé que la conocía pero no, era una empleada
del hotel, bebimos y reímos hasta que se acabó el ron, Mirian se fue bien peda
a descansar a su casa porque al día siguiente debía volver a trabajar.
No dormí
bien esa noche, el señor que estaba en la otra cama me contaba muchas historias
de la selva; sobre los caminos, coyotes, su vida, pero igual no podía confiar
en él, llevaba poco dinero pero era todo para mi en ese momento. Lo cierto es
que para atravesar la selva en ese momento me contó que existían dos caminos,
por Carretero o por la selva completa.
Todos los
coyotes tienen un precio de 300 dólares en adelante para pasar por Carreto, el
trayecto es de Necoclí a Capurgana en lancha por 40$, de Capurgana a Carreto
igualmente en lancha y al final caminas por la selva por un mínimo de dos días
hasta llegar al Campamento del Abuelo; los 300 dólares cubren el viaje desde
Capurgana hasta el Campamento del Abuelo.
Por otra
parte, para atravesar la selva completa debes pagar la lancha hasta Capurgana y
luego un guía por 120 dólares que te llevará por la Selva hasta La Bandera. La
bandera supuestamente ya es Panamá, y de allí al campamento es un tramo corto.
Me levante
a las 5 de la mañana a comprar mi boleto hasta Capurgana, lo compré y quedé con
apenas 82 dólares en mi bolsillo, comida para 10 días, unas botas que me regaló
un primo, una carpa para dos personas y un teléfono.
Las lanchas
salen a las ocho de la mañana, mientras tanto me dedique a observar a las
personas que realizarían el viaje, en su mayoría venezolanos.
Conocí a
las venezolanas Kerly y Andrea, estaban con sus esposos, cuñados y amigos, su
forma de hablar se me pareció a la de los barrios de Caracas, me contaron que
no tenían dinero y venían desde Ecuador. Su viaje a Capurgana era a las nueve
de la mañana.
También
conocí a un haitiano llamado Pierre que estaba con su esposa, hija y amigos,
ellos tenían muchos años viviendo en Chile, iban dispuestos a atravesar la
selva completa.
Llegó el
momento de subir a la lancha, fueron dos horas de viaje, a mi lado iban dos
chicas colombianas y su madre, estas no iban a pasar la selva, se quedarían
unos días de vacaciones en Capurgana y me contaron que era muy bonito el
pueblo. Baje de la lancha y no quería entrar sólo a la selva, me recibieron dos
mujeres que trabajaban como coyotes, me contaron que por Carreto son 300
dólares y la Selva completa 200$, las ignoré porque pensé que solo eran
intermediarias.
Me quedé en
el muelle esperando encontrar personas que pasarán la selva completa, la
mayoría decía que pasaría por Carreto; en un momento determinado unas personas
se me acercaron y dijeron "si eres migrante no puedes estar acá, ve a esa
esquina y sigue el camino de los migrantes" lo seguí por un callejón donde
habían muchas mototaxis.
Una persona
se me acercó para ofrecerme su servicio como guía por 100$ por persona y me
dijo que si conseguía cinco personas más no pagaría pasaje. Seguí buscando pero
no lo logré, estaba frente de una tasca y me acerqué a ver un juego de fútbol
entre el Chelsea y el Liverpool, siempre pendiente de lo que hacía Luis Díaz,
tomé dos cervezas por dos dólares y volví al muelle. Ví a un chico en shorts,
suponía que iba a ir por el camino más barato, el de la selva, su nombre era
Isaac, me comentó que iba a pasar la selva completa junto a otros dos amigos
que lo acompañaban, Oliver y Orlando.
Como
llevaba varias horas antes que ellos allí, sabía en dónde estaban las motos que
nos llevarían al lugar donde se encuentran todos los coyotes, tomamos las motos
que por cierto son completamente gratis, nos llevaron al sitio donde estaban
los jefes que distribuyen a las personas hacia su destino.
En ese
lugar podíamos negociar con cualquiera de los coyotes a ver cuál era el que nos
ofreciera un mejor precio, es tanto lo que se puede negociar que un viaje a
Carreto cuesta $300 y logré recibir una rebaja de hasta $170, es decir, cada
uno pagaría solo $130 para llegar a Carreto.
Lastimosamente,
no contaba con ese dinero así que me tocó negociar con los que nos llevarían
por el camino más largo.
Mientras yo
negociaba por un lado con los de Carreto, Isaac, Oliver y Orlando pagaron $40 y
un teléfono por los tres para pasar por la selva completa, luego yo pagué $40
por mi, porque no estaba presente al momento de la negociación.
A los
cuatro nos asignaron un guía, su nombre era Marta, empezamos a caminar a la una
de la tarde y a conversar por el camino, nos contó que para ella llegar al
primer campamento sóla, se tardaba por lo menos dos horas y media, que tenía
dos niños, soltera, porque su ex esposo la maltrataba, era venezolana, para
el momento tenía tres años trabajando
como guía en la Selva del Darién y un sueño en común con todos nosotros, viajar
en algún momento hacia los Estados Unidos.
A Marta le
prometimos que algún día la ayudaríamos a ir a los Estados Unidos si salíamos
con vida de la selva. Sonriendo nos dijo "no es la primera vez que escucho
eso, vamos a seguir que son seis lomas para llegar al primer campamento y tres
lomas son fuerte".
En la
tercera loma nos encontramos a su ex esposo que por cierto también era un guía,
se saludaron con una broma y continuaron su camino. En esa misma loma me quité
mis botas, las amarré a mi mochila y me puse unos zapatos deportivos.
Orlando, un
trabajador del campo, nos contó que viajó para ayudar a su familia y en
especial a su esposa que es 20 años mayor que él y a su una hija, que no es de
él pero la considera como tal, ya que la ha criado con todo el amor posible.
Orlando es una persona que al hablar transmite mucha confianza, me pidió las
botas prestadas, le dejé claro que luego las debía devolver.
Las
empinadas lomas me dejaban muy exhausto, además eran resbaladizas y llenas de
barro, en algunos puntos los pies se enterraban en el lodo hasta las rodillas,
incluso era difícil sacar los pies, casi siempre iba de último pero jamás
alejado del grupo, Marta aseguró que si nos apresurábamos podríamos alcanzar a
un grupo que había salido unas horas antes.
Así fue, en
la cuarta loma escuchamos las voces de otras personas, eran haitianos con
niños, muchos bolsos y otros supuestos guía que le ayudaban con los bolsos.
Lo cierto
es que algunas personas acompañan a estos grupos de migrantes por la selva
esperando a ver cuál se cansa y así poder ofrecer un servicio de cargar con su
mochila o sus niños por un pago mínimo de 20$ por loma.
Continuamos
y los dejamos atrás, incluso a Pierre y su familia, Marta nos aconsejó que como
no llevábamos dinero buscáramos la forma de trabajar en el camino cargando
maletas o niños; la verdad ya había escuchado eso y pensé en hacerlo antes de
entrar a la selva, pero estando allí todo cambia, aún cuando necesitaba el
dinero pensé qué si no podía con mis botas, menos podría cargar el bolso de
alguien más.
Seguimos
avanzando, cansados pasamos las otras dos lomas hasta llegar al primer
campamento en donde estaba un grupo de cincuenta personas, la mayoría
venezolanos.
Marta nos
presentó a quien sería nuestro próximo guía, el cuál tendría que acompañarnos
hasta el siguiente campamento al día siguiente, le dicen "El Indio",
preguntó por las facturas nuestras y Marta aseguraba que no le habían dado
nada, sólo dijeron que debía entregarnos al Indio.
El Indio se
molestó "Es imposible que ellos salgan conmigo sin factura porque en el
próximo campamento me las van a pedir y si no las entrego dirán que me robé la
plata".
La verdad
es que no habían entregado factura porque apenas pagamos a la entrada a la
selva, no teníamos para pagar el guía, Marta lo sabía pero ya se sentía nuestra
amiga y siguió:
"Llama
si quieres pero a ellos debes llevarlos porque es la orden que dieron, si los
dejas te meteras en problemas con los jefes".
Se alejaron
y siguieron discutiendo, al rato se acercan y nos dice que todo estaría bien,
el Indio nos llevaría al próximo campamento. Caía la noche y Marta debía
regresar, se despidió pero antes le dimos los números de teléfono de un
familiar para que informara que nos encontrábamos bien.
Al rato
volvió el Indio sólo, nos comunicó a todos los que no pagamos el costo del guía
que no nos llevaría al próximo campamento, en ese momento pude darme cuenta que
muchos no habíamos pagado.
Preparamos
la carpa, Isaac comparte pan, panela y me cuenta:
"Tengo
22 años, mi esposa se llama Hilary y está embarazada, venimos de muy lejos sin
dinero, ella estaba conmigo en Necoclí, le pedí que volviera a casa por todo lo
que nos cuentan de la selva, dicen que violan y yo no quiero eso para
ella".
Saqué una
sopa instantánea y una lata de salchichas, el grupo de haitianos me prestó una
olla, unos venezolanos me permitieron cocinar en su espacio, allí conocí al
gocho, estaba con varios amigos y su hijo.
Oliver
estaba conmigo, encendió el fuego y cocinó todo, cuando terminó de hacer la
sopa todos disfrutamos del primer plato de comida en la selva.
Reímos un
rato, Isaac y Oliver contaban historias de sus vidas, de lo cual pude inferir
que a Isaac le gustaba pelear mucho, Oliver, aún muy jóven, le gustaba
divertirse, tenía problemas en casa por su comportamiento así que decidió dar
una vuelta a su vida con este viaje.
No podía
juzgar a las personas, intentaba entenderlas, e indagando más nos enteramos que
Isaac había perdido a su padre y a un tío que él quería mucho, ambos
asesinados, Isaac creció viendo a su padre y tío como héroes y eran su ejemplo a
seguir, como juzgar a una persona de llevar una mala vida si no tuvo una
educación ética en casa.
Aunque sí
habían unas personas que juzgaba fuertemente, aquellas personas que ingresaron
con niños y niñas a la selva, no los entendía, me preguntaba si no contaban con
un familiar para dejar a su bebe por lo menos por el tiempo del viaje para
luego ayudarles económicamente desde EEUU.
Otro grupo
de venezolanos preparaban café, pidieron azúcar, les dimos panela. Allí conocí
a Alfredo mejor conocido como Viejo o Abuelo, Iván y su esposa Marelis junto a
su hija Sofia, también estaban Jonathan Romero y sus primos morochos Luis y
José Hernández, todos importantes en esta difícil y larga historia.
La mayoría
de las personas que conocí consumen drogas, son jóvenes y verlos me recordaba
como era yo unos años atrás. Algunos me ofrecían pero ya me había alejado y
cuando lo hago tiene que haber una buena excusa.
Jonathan y
sus primos morochos tienen una historia singular: José estaba en Chile y tenía
dos años investigando sobre el viaje hasta estar listo, busco a Jonathan en
otra ciudad de Chile y lo convenció de ingresar a la selva, luego viajaron
hasta Colombia a buscar a su hermano Luis y así entrar al Darién.
Apenas cayó
la noche ingresé a mi carpa para dormir, pasada la medianoche escuché varios
disparos, los percibí cerca del campamento, luego todo quedó en silencio.
Hasta aquí
el primer día en la selva del Darién, el día más fácil, a partir de allí cada
día sería más difícil. Al siguiente día caminamos con miedo a que nos robaran y
además cometí un error que me haría vivir un infierno.
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